Después, en tercer lugar con más atención, te das cuenta, de la “textura” de un muro de ladrillos, de la sequedad de una rama, “de la humedad” de algunas sombras, de algunas plantas, que hay, más allá del placer físico del dibujo, la tentativa, casi siempre conseguida con éxito, para devolver con un solo instrumento, la pluma, y un solo color, el negro, la densidad, incluso diremos las luces, de toda esta arquitectura casual y harmoniosa de Vitorchiano. Heinz J. Watzke sabe representar una Italia de la cual, al igual que muchos de sus predecesores, está claramente enamorado, y a la cual dedica como en un “solo” de flauta, este largo “solo” a pluma.